El Amor de Muchos se Enfriará
Como llama divina es el fuego ardiente del amor.
Ni las muchas aguas pueden
apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo
Cantares 8:6
La descripción del amor en este
texto del libro de Cantar de los Cantares es definida como una poderosa llama
incombustible y abrasadora. Es un amor que no puede extinguirse a pesar de la
inundación de los ríos de las pruebas o cuando llueve sobre mojado. Es un amor
que prevalece en el tiempo, no es negociable y no tiene competencia con las
pasiones efímeras propias de la efusividad sensual.
Es evidente que este tipo de amor
supera al eros pasional o al fileo tan importante en la amistad. El
término que describe este amor incomparable es ágape, que es la faceta más pura y fascinante del amor. Se trata
del amor que Jesús nos pide ejercitar bajo mandamiento (Juan 15:17) y que hará posible relaciones consistentes, una entrega
inquebrantable, un servicio fervoroso y una compasión sin reservas.
Sin embargo, a pesar de la
calidad de este amor, Jesús advierte de una amenaza real que ser cierne
sobre los creyentes: “por
haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12) La multiplicación de la
maldad parece ser la única cosa capaz de enfriar o apagar el amor, combustible
indispensable para la vivencia cristiana. Curiosamente, el apóstol Pablo
menciona el no apagar la llama del Espíritu, haciendo referencia al descuido
de la vida devocional o a las actitudes inadecuadas e incompatibles con ser
cristiano y (1ª Tesalonicenses 5:19).
De manera que cabe que consideremos que lo que apaga o enfría la llama del amor
en nuestras vidas no es tanto lo que ocurre en nuestro entorno, sino lo que
permitimos que penetre en nuestro interior. Precisamente, en relación a esta
influencia nociva y maliciosa, Jesús refiere la existencia de tendencias
perniciosas instigadas por quienes, siendo profetas y maestros que se han
desviado de la verdad, acaban seduciendo la vida de muchos creyentes hasta el
punto de engañarlos llevándoles a actitudes incoherentes con la auténtica fe.
El término maldad, se refiere en
el original griego a lo que se opone a los mandamientos de Dios o a su Ley. Por
tanto, no es meramente violencia, sino que es perversión, lo que es contrario a
Dios, lo anticristo. Jesús está
diciendo que vendrán días donde el amor de muchos se enfriará a causa de haber
sido seducidos por la maldad
propia de ideas perversas que penetrarán en la vida de los creyentes de forma
sutil y seductora. Son ideas que conviven con la religiosidad, pero que negarán
la eficacia de ella. Es la maldad capaz de ejercitarse con Biblia en mano
manifestándose tolerante, relativista y sincretista. Es la maldad que aparece
como buena por proponerse complaciente, amiga de las emociones y aliada del exitismo.
Se disfraza de Couch y, en otras ocasiones, de excelente predicador buscando
captar las vidas que aquellos creyentes que tienen deseos de oír o recibir lo
que les complace o les hace
sentirse bien. En definitiva, la fe de muchos acaba siendo alimentada por las
minucias propias de la vida dominguera o de la Fast Food del Internet o los medios de comunicación.
Una elocuente evidencia de la
falta del fuego, es la apatía. Tal y como ya la definió Aristóteles, la apatía
es carencia de sentimiento. La apatía es desgana, pereza y desafección hacia lo
espiritual. La apatía se manifiesta en el descuido de la santidad, el abandono
de la vida devocional y la
desafección por el congregarse, lo
supondrá la dejación del estímulo del amor y a la potenciación de las obras
propias de la fe.(Hebreos 10:24-25)
Debemos prestar atención a la
advertencia de Jesús y mantenernos alerta. Su preocupación es tal que, incluso,
en este mismo contexto del Evangelio, afirmó que los últimos días deberán ser
acortados porque, de lo contrario, aun la salvación de los escogidos peligra ante
la influencia implacable de la maldad. (Mateo
24:32).
La cuestión es cómo combatir y
vencer esta terrible amenaza. Jesús lo que nos dice es que perseveremos (Mateo 24:13). En este caso, la
perseverancia no se refiere a una actitud pasiva o resignada, sino que se trata
de un término que invita al combate, a la resistencia activa. Por consiguiente,
cabe resaltar la importancia de armarse de la fuerza que emana de la
investidura del poder que nos puede hacer victoriosos frente a la maldad. Se
trata de mantener viva la llama del fuego del don de Dios, tal y como Pablo
enseña a su discípulo Timoteo: “por lo cual te aconsejo que avives el fuego
del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha
dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2ª Timoteo 1:6-7) Esa llama del poder
de Dios va directamente relacionada con la manifestación del amor ágape. Es
incompatible tener unción y no amar, es incongruente que arda la llama del
Espíritu sin que la flama de la pasión por la Iglesia y por los perdidos se
mantenga inflamada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario