miércoles, 14 de octubre de 2015

Amor vs. Maldad


El Amor de Muchos se Enfriará
           
Como llama divina es el fuego ardiente del amor.
Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo
Cantares 8:6

La descripción del amor en este texto del libro de Cantar de los Cantares es definida como una poderosa llama incombustible y abrasadora. Es un amor que no puede extinguirse a pesar de la inundación de los ríos de las pruebas o cuando llueve sobre mojado. Es un amor que prevalece en el tiempo, no es negociable y no tiene competencia con las pasiones efímeras propias de la efusividad sensual.

Es evidente que este tipo de amor supera al eros pasional o al fileo tan importante en la amistad. El término que describe este amor incomparable es ágape, que es la faceta más pura y fascinante del amor. Se trata del amor que Jesús nos pide ejercitar bajo mandamiento (Juan 15:17) y que hará posible relaciones consistentes, una entrega inquebrantable, un servicio fervoroso y una compasión sin reservas.

Sin embargo, a pesar de la calidad de este amor, Jesús advierte de una amenaza real que ser cierne sobre  los creyentes: “por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12) La multiplicación de la maldad parece ser la única cosa capaz de enfriar o apagar el amor, combustible indispensable para la vivencia cristiana. Curiosamente, el apóstol Pablo menciona el no apagar la llama del Espíritu, haciendo referencia al descuido de la vida devocional o a las actitudes inadecuadas e incompatibles con ser cristiano y (1ª Tesalonicenses 5:19). De manera que cabe que consideremos que lo que apaga o enfría la llama del amor en nuestras vidas no es tanto lo que ocurre en nuestro entorno, sino lo que permitimos que penetre en nuestro interior. Precisamente, en relación a esta influencia nociva y maliciosa, Jesús refiere la existencia de tendencias perniciosas instigadas por quienes, siendo profetas y maestros que se han desviado de la verdad, acaban seduciendo la vida de muchos creyentes hasta el punto de engañarlos llevándoles a actitudes incoherentes con la auténtica fe.

El término maldad, se refiere en el original griego a lo que se opone a los mandamientos de Dios o a su Ley. Por tanto, no es meramente violencia, sino que es perversión, lo que es contrario a Dios, lo anticristo. Jesús está diciendo que vendrán días donde el amor de muchos se enfriará a causa de haber sido seducidos por la maldad  propia de ideas perversas que penetrarán en la vida de los creyentes de forma sutil y seductora. Son ideas que conviven con la religiosidad, pero que negarán la eficacia de ella. Es la maldad capaz de ejercitarse con Biblia en mano manifestándose tolerante, relativista y sincretista. Es la maldad que aparece como buena por proponerse complaciente, amiga de las emociones y aliada del exitismo. Se disfraza de Couch y, en otras ocasiones, de excelente predicador buscando captar las vidas que aquellos creyentes que tienen deseos de oír o recibir lo que  les complace o les hace sentirse bien. En definitiva, la fe de muchos acaba siendo alimentada por las minucias propias de la vida dominguera o de la Fast Food del Internet o los medios de comunicación.

Una elocuente evidencia de la falta del fuego, es la apatía. Tal y como ya la definió Aristóteles, la apatía es carencia de sentimiento. La apatía es desgana, pereza y desafección hacia lo espiritual. La apatía se manifiesta en el descuido de la santidad, el abandono de la vida devocional y  la desafección por el congregarse, lo  supondrá la dejación del estímulo del amor y a la potenciación de las obras propias de la fe.(Hebreos 10:24-25)

Debemos prestar atención a la advertencia de Jesús y mantenernos alerta. Su preocupación es tal que, incluso, en este mismo contexto del Evangelio, afirmó que los últimos días deberán ser acortados porque, de lo contrario, aun la salvación de los escogidos peligra ante la influencia implacable de la maldad. (Mateo 24:32).

La cuestión es cómo combatir y vencer esta terrible amenaza. Jesús lo que nos dice es que perseveremos (Mateo 24:13). En este caso, la perseverancia no se refiere a una actitud pasiva o resignada, sino que se trata de un término que invita al combate, a la resistencia activa. Por consiguiente, cabe resaltar la importancia de armarse de la fuerza que emana de la investidura del poder que nos puede hacer victoriosos frente a la maldad. Se trata de mantener viva la llama del fuego del don de Dios, tal y como Pablo enseña a su discípulo Timoteo: “por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2ª Timoteo 1:6-7) Esa llama del poder de Dios va directamente relacionada con la manifestación del amor ágape. Es incompatible tener unción y no amar, es incongruente que arda la llama del Espíritu sin que la flama de la pasión por la Iglesia y por los perdidos se mantenga inflamada.




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